1946-2006
Syd Barrett, cofundador de Pink Floyd, falleció el domingo pasado a la edad de 60 años, anunció ayer una portavoz de la formación británica. Nacido en Cambridge en 1946, Barrett abandonó la banda en 1968, sólo tres años después de haberla puesto en pie, y tras haber grabado y compuesto –excepto un solo tema, acreditado a Roger Waters– The Piper At The Gates Of Down, uno de los debuts más impresionantes de la historia del rock, psicodelia palpitante, brillante y relampagueante: el marchamo irrepetible de su compositor, quien por su abuso del LSD basculó entre la lucidez dolorosa y el caos más estrepitoso.
En sus últimos conciertos con Pink Floyd, Barrett aparecía con la mirada perdida, vagando en algún punto entre el autismo y la esquizofrenia. Sabedores de su carisma de profeta alucinado, sus compañeros trataron de mantenerle al frente de la formación, a la manera de un Brian Wilson –líder de los Beach Boys, con quien el inglés compartió fronteras con la locura–, siquiera como muñeco roto portador de recuerdos maravillosos. Tal maniobra fue imposible en cualquier caso: el carácter errático y los cada vez más crípticos pasadizos por los que se deslizaba forzaron su marcha-expulsión definitiva. David Gilmour se convirtió entonces en miembro del grupo.
En adelante, la formación aseó su psicodelia, y si con Barret sus canciones ofrecían fulgores imprevisibles y abrumadores, en su nueva etapa sus compañeros se movieron en coordenadas menos audaces: megalómanos discos conceptuales, arreglos ampulosos y sinfonismo de pesada digestión. Desapareció, en suma, el genio, aprisionado en una fórmula –una de tantas– que cultivaron con fruición y autocomplacencia decenas de compañeros de viaje. Eran los futuros dinosaurios. La discografía de Pink Floyd ofreció sin Barrett momentos felices, pero la sombra libérrima y radical de éste ya no dejaría de planear sobre las nuevas canciones de la (no siempre, pero demasiado frecuentemente) fatua pretenciosidad del dúo Waters-Gilmour.
Sus compañeros, por supuesto, no lo olvidaron. Una de las muchas canciones legendarias de Pink Floyd, Wish You Were Here (Waters), está dedicada al antiguo compañero, entonces (1972) un ser fantasmal con sobrepeso y cejas rasuradas. Barrett también se acordó de sus viejos colegas, que colaboraron con él en algunos de sus discos en solitario –The Madcap Laughs, Barrett...–.
Fue el miembro más efímero de Pink Floyd, pero también el más interesante; a él pertenece, de hecho, el alma de su sonido. Músico atormentado, genio en sombras, ha sido objeto de un culto (no tan) subterráneo. Enfermo de diabetes desde hace años, vivió los últimos capítulos de su vida exiliado del mundo, al que le unían básicamente tres vínculos: su hermana (su medium con la vida real), la jardinería y la pintura. El genio oscuro ya no sueña mundos.
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2 Comments:
El diamante nunca deja de brillar.
Besos Alex
En nombre de la Comunidad Floydiana Chilena (www.pinkfloyd.cl), les doy las gracias por tan sentido homenaje al gran Roger Keith.
Como corrección a su excelente artículo, me gustaría señalar que el album Wish you were Here, es del año 1975; junto con su aparición en la grabación de éste.
Saludos, y felicitaciones por el excelente blog de Jazz (ya bajé Kind of Blue :) )
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